Fragmentos del discurso de Tomás Eloy Martínez en el Congreso de la lengua en Cartagena, Colombia, Marzo 2007, en un homenaje a Gabriel García Márquez. Habla de la relación entre TEM y GGM y de Cien años de soledad
Somos, por lo tanto, la queja, pero también la fuerza para no doblegarnos, la voluntad para renacer, la dignidad para recrearnos con belleza en las páginas de nuestros grandes escritores, de García Lorca a García Márquez.
Más de una vez me pregunté qué habría sucedido si hubiéramos leído Cien años de soledad con la ortografía simplificada que nos propuso García Márquez en el Congreso de Zacatecas, sin los desconciertos de las ásperas jotas y de las ges de música indecisa, sin las haches menesterosas y avergonzadas, y con las eses y las ces fundiéndose en los abismos de ninguna parte. Así leí de niño el libro fundador de la literatura de mi país, Facundo o Civilización y Barbarie, y así llegué por primera vez a la Silva a la agricultura de la zona tórrida, porque tanto Andrés Bello como Domingo Faustino Sarmiento confiaban en que una ortografía menos enredada nos acercaría más al espíritu secreto de la lengua.
Tuve que volver a leer el Facundo y la Silva con la ortografía que imponía el uso y no el afán docente de sus autores, y habría vuelto a leer muchas veces Cien años de soledad aun con las haches ausentes y sin las jotas musicales, pero la novela entrañable para mí es la otra, aquella que salió del corazón y del deseo de su autor en 1967, y no la que habría sido modificada por la escritura de la razón.
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