Medio de difusión literaria del
Taller Literario Glitza
Corporación Universitaria del Caribe CECAR.
Asesorado por RENATA
Ministerio de Cultura.

miércoles, 20 de mayo de 2009

EDICIÓN Nº 1


martes, 19 de mayo de 2009

MARTHA J. MOGOLLÓN R.

Callados

Al ver su soledad,
Cada mirada
es un decir te quiero
Sin decirlo,
miedo?
¡No lo se!
Sin vida?
¡tampoco lo se!
En él veo mi espejo
Y sin decir nada,
En cada oportunidad
nuestra naturaleza
Queda en ese lecho.


Serenidad


En la penumbra
Rasguño el suspiro del olvido
Ruego al manto negro
Volver mí andar débil,
a pasos Mansos, pero firmes
Al llegar el alba,
Esta sea la que rocié mí regazo
Sin preámbulos al alcanzar
La Serenidad
Tan grandes son mis añoranzas
Que siento miedo de no lograrlo

Walter Arrubla

I

Cual si fuera un niño o pajar o en el aire
Así, mi sentimiento puro y sincero cargado
De la más solemne inocencia,
Despeja vuelo sobre ti, para hacer
Nido en tu corazón y reposar en tus sentimientos.


II

Si la luz de la luna se apagara
O los rayos del sol desistieran
De su diario resplandecer,
Si un eclipse se apoderara
De la grandeza del cielo y
Gobernara entre la luz y la sombra,
O si las estrellas cambiaran
Junto con las galaxias el color
Que de ellas emana
No sentiría miedo…
pues
Tú, me iluminas con tu mirada,
me abrigas con tus manos,
me das calma con tu sonrisa y
me proteges con tu cuerpo.
Por eso
No sentiría miedo.


Walter Arrubla

IN MEMORIAM MEIRA DELMAR



No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua
entre los dedos.

Dejo este amor aquí...

Dejo este amor aquí
para que el viento
lo deshaga y lo lleve
a caminar la tierra.

No quiero
su daga sobre mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de espinas en la frente
de mis sueños.
Que lo mire mis ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de golondrina
en los espejos frágiles
del mar...
Trémula lluvia
repetida sin fin sobre los árboles.
Tal vez un día, tú
que no supiste
retener en las manos
su júbilo perfecto,
conocerás su rostro en un perfume,
o en la súbita muerte de una rosa.

Reseña biográfica
Olga Chams Eljach, poeta colombiana nacida en Barranquilla en 1921, es hija de padres oriundos de Líbano, Medio Oriente.
Desde 1937, cuando le publicaron sus primeros poemas en la revista Vanidades de La Habana, la poeta adoptó el seudónimo de Meira Delmar.
Estudió en el Conservatorio Pedro Biava de su ciudad natal, en el cual fue luego profesora de Historia del Arte y Literatura, materias que había cursado en Roma.
La Universidad del Atlántico le confirió el doctorado Honoris Causa en Letras, es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua y dirigió por muchos años la Biblioteca Pública del Atlántico.
Su poesía, caracterizada por una dulce sensualidad, está contenida en los siguientes libros:
«Alba del olvido», «Sitio del amor», «Verdad del sueño», «Secreta isla», «Reencuentro», «Laud memorioso», «Huésped sin sombra», «Alguien pasa» y «Viaje al ayer», entre otros.
Falleció en Marzo de 2009.


TOMADO DE AMEDIA VOZ

IN MEMORIAM MARIO BENEDETTI





AUSENCIA DE DIOS

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

CHAU NÚMERO TRES

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
seguro sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote a solas
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.



Reseña biográfica
Poeta y novelista uruguayo nacido en 1920 en Paso de Los Toros.
Recibió la formación primaria y secundaria en Montevideo y a los dieciocho años se trasladó a Buenos Aires donde residió por varios años. En 1945 formó parte del famoso semanario «Marcha» donde se formó como periodista, colaborando allí hasta 1974.
Ocupó el cargo de director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo.
Desde 1983 se radicó en España donde permanece la mayor parte del año. Obtuvo el VIII Premio Reina Sofía de Poesía y recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante.
Su vasta producción literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas letras de canciones, cuentos y ensayos, traducidos en su mayoría a varios idiomas.
De su extensa obra se encuentran entre otros, la novela «Gracias por el fuego», «El olvido está lleno de memoria», y los poemarios, «Inventario Uno» e «Inventario Dos».
Falleció en Montevideo en mayo de 2009.

TOMADO DE A MEDIA VOZ

Antonio Mora Vélez

CIELITO

Se llamaba Cielito y era un ángel en busca de amor. Tenía siete años, un solo vestido y las ganas de tener un papá que la consintiera. Mi madre era amiga de su madre, le compraba la lotería todas las semanas y le brindaba –a ella y a la niña-- un vaso de chicha de Badea que ella hacía y vendía en su colmena del Mercado Público. Tantas fueron las visitas y los vasos de chichas que Cielito, a instancias de su madre, empezó a decirle abuela a mi mamá. La mamá de Cielito –es conveniente decirlo-- había sido meretriz y de esa época de su vida le quedó la niña y se había convertido en vendedora de ilusiones para no marcar el destino de su hijita de padre desconocido con el estigma de la profesión más antigua del mundo.

Un día cualquiera la citada vendedora de lotería le dejó a mis padres a Cielito para que se la cuidaran porque ella se iba a aventurar a Venezuela. Y mis padres, quienes residían en esa época en el barrio Montería Moderno, la recibieron gustosos. Desde entonces Cielito vivió con nosotros y alegró nuestro hogar con su encanto de niña. Y yo tuve que destinar de mis ingresos como locutor de radio una pequeña parte para la compra de su ropita.

Una noche en la que se festejaba mi cumpleaños, mi mamá les presentó Cielito a mis amigos invitados y éstos, maliciosos, le preguntaron quién era su padre. Cielito miró a mi mamá y me miró a mí, y no sabiendo cómo explicar su venida al mundo, me señaló con uno de sus deditos. Todos me miraron con picardía entonces y yo, por mi inexperiencia de adolescente, cometí uno de los errores que más he lamentado en mi vida. En lugar de seguir el juego le dije altaneramente a Cielito que yo no era su padre y ella se retiró de la sala cabizbaja y no pudo seguir exhibiendo esa noche su vestidito nuevo y su hermosa sonrisa.

Todos me regañaron. Hasta mi novia, diciéndome que no había necesidad de hacer esa aclaración porque todos sabían la verdad y que con ella no hice sino herir los sentimientos de la niña, que se distanció de mis afectos desde entonces.

Unos meses después apareció la madre de Cielito con la decisión de llevársela para Maracaibo, porque ya contaba, según le dijo a mis padres, con unos buenos ingresos, los suficientes para darle a Cielito la educación que se merecía. Mi madre y mi padre –que se habían encariñado con la niña-- quisieron oponerse pero no pudieron hacer nada. Y yo quise en ese instante ser el padre de Cielito para evitar que se la llevaran de nuestro lado, pero ya la niña no me veía con los ojos filiales del día de la fiesta y se fue con su madre para el país vecino. Y hasta el sol de hoy, como decía mi mamá. Sin siquiera una foto para recordar su angelical figura. Con la sola imagen de su ternura en mi memoria.

Montería, noviembre de 2008.

Club de libros

Marta Urzola Alviz

MUERTO ESTA MEJOR


¬¡Buenas noches doctor!, me alegra verlo de nuevo en el bar.

Sonaron los canutillos de la cortina de guadua que separa el zaguán del salón. Ramón Peralta siguió a su cliente y lo acomodó en una de las mesas del rincón. La luz proyectaba una sombra lenta y amarillenta.
-Sírveme dos tragos-, le dijo antes de sentarse. Desde la barra a media luz y mientras preparaba el pedido, Peralta observó al doctor Fernández acomodar el abrigo en el espaldar de una silla, colocar sobre la mesa un maletín y sacar un paquete de papeles escritos. Llevaba la barba sin rasurar y la ropa con olor a húmedo.
-No hay nadie más en el bar y con esta noche fría y lluviosa, dudo que alguien venga hoy ¿puedes sentarte conmigo?-, le dijo sin levantar la cabeza. Peralta mostró interés. Era la primera vez en pedirle tomarse un trago con él. Acostumbraba llegar con sus amigos comentaban los negocios y reían felices. Hoy en cambio, se le notaba haber pasado en blanco la noche anterior. El abogado Fernández, como le decían otros, rectificó el pedido por una botella de aguardiente al tiempo que hojeaba el voluminoso documento. Buscaba con afán algunas páginas porque al encontrarlas le hizo seña con el dedo y sirvió las copas. Peralta se sentó orgulloso, le hubiera gustado hacer parte de esos grandes negocios.

...LOS HECHOS
Noviembre 11 de 2001
LA VECINA

Oí crujidos de vidrios rotos seguidos de gritos. Al asomarme por la ventana, la gente se agolpaba en la calle alrededor del cuerpo ensangrentado. Por la barba espesa lo identifiqué. Desee fuera un sueño. Subí y toqué la puerta del apartamento 502. Abrió Isabela, la esposa. Sudorosa, con las manos temblorosas, se tapó la cara. Medio le escuché decir: -¡Dios mío que hemos hecho!-. Señor Fiscal, me dieron ganas de estrangularla. La cortina de la sala se mecía por el viento. Los muebles en desorden y los adornos rotos en el suelo indicaban lo que había pasado. Por insinuación de ella llamé a la policía. Les dije: acaba de suceder una desgracia en este edificio, una persona se cayó por la ventana y parece muerta. Baje al escuchar las sirenas de los carros. Alguien pasó una sábana para arroparlo, guardé una absurda esperanza de que estuviera vivo y por lo menos, no sintiera frío con ese pijama delgado; pero los del CTI, eso decían sus vestidos, no dejaron acercarse al cuerpo. La policía había acordonado el sitio, empezaron a recoger muestras de él para llevarlas a Medicina Legal. El médico confirmó su muerte y la necesidad de autopsia. Sentí frío y me di cuenta de mi pantalón corto y la trenza despeinada. La policía subió al apartamento de Isabela y yo preferí encerrarme a llorar. Con él, las cosas eran diferentes. Lo veía y el corazón me latía sin control. La primera vez nos encontramos en Cartagena, después de la instalación del seminario al que asistíamos, golpeó en la puerta de mi alcoba, -¿puedo entrar?, no tengo sueño-. Tropecé con la silla, pensé recoger la bata para cubrirme y él sin rodeos me trajo de la mano en silencio hasta la ventana. Apretó mi cintura. Extendió entre sus dedos mi cabello, empezó a acariciarme y nos besamos. Como esa noche, fueron muchas durante dos años mientras estuve trabajando en el hospital como enfermera y él, como siquiatra. Nuestras comunicaciones eran permanentes por Internet, habíamos acordado irnos fuera del país, teníamos tiquetes y lista la maleta, solo esperaba la transferencia del dinero a mi cuenta. Recibí un mensaje terminando la relación porque él se quedaba con su familia. No le creí. Era como cambiar de vestido y zapatos y echarlos a la basura. ¿Dónde quedaron las palabras bonitas? Parecía no escrito por él. ¿Comprende mi situación?, soy casada, vivo en el mismo edificio, me retiré del trabajo y no tengo dinero. Tal vez, muerto está mejor. Bueno, en estas condiciones usted comprenderá se hacen y dicen cosas extrañas.

-¿Usted se encontró con el señor Carlos Aguirre el día 30 de Octubre?

-Si señor. Nos encontramos aproximadamente a las cinco de la tarde, en el motel El Paraíso. Esta vez cada uno llegó por separado. Me fui vestida como para una corrida de toros pensaba en una faena difícil. Pero no, fue una entrevista corta, ratificó su cambio de opinión y al final me contó que el dinero había sido sacado de su cuenta y transferido a otra. Parecía indignado. Pedí tomarnos una copa de Brandi como acostumbrábamos, lo miré fijamente y noté su tristeza, pero yo venía preparada. No tenía más que perder. Salimos cada uno por su lado. Señor fiscal: con los sentimientos de una persona no se juega.
-Ratifique su nombre
-Soy Rosalba Linares, casada hace 11 años. Trabajaba en el Hospital Central y mi dirección actual es la carrera 4 #46-21, Edificio Longines, en esta ciudad.
-¿Su seudónimo en el Internet es Rosalía?
-Si señor, ese es.

…Noviembre 10 de 2001
LA ESPOSA

Octavio, nuestro hijo, entró al cuarto y me entregó muchas hojas impresas. Dijo que leía el correo electrónico de su papá y esos eran algunos de los mensajes. Al principio dudé del contenido porque ellos habían discutido por dinero la noche anterior. Lo calmé diciéndole que entendiera a su padre a lo mejor se lo daría al otro día. Pero no aceptó explicaciones, levantó la voz para decirme que no podría vivir bajo el mismo techo con él, tiró las hojas encima de la cama y decía: -¡míralas!, ¡léelas!, eso es lo que es mi padre un traidor contigo, ¿no te das cuenta?, te engaña con una mujer joven y hermosa, ¿no me crees? Yo abría los ojos viendo aquella transformación; nuestro hijo había sido un joven respetuoso, -¿Ah, no me crees?, ¿quieres que te lleve a una de sus citas?-, continuaba gritando. Palidecí. Mi relación con Carlos era corriente, después de veinte años de matrimonio ya no se espera nada especial. El no tenía tiempo para compartir en casa y en los mensajes encontré la respuesta. Abracé a Octavio y lloramos. Sentí deseos de vomitar. Le pregunté a mi hijo que cómo había hecho para saber eso de las claves y me contestó, que no era difícil entrar a los correos de otras personas; que él mismo (su papá) tenía la culpa por haberlo obligado a estudiar sistemas y a exigirle excelencia para cancelarle la siguiente matrícula. Pues ahí tiene la excelencia, me ha convertido en Hacker, además, continuaba, le conozco el manejo de sus cuentas bancarias y no te imaginas quién es la tal Rosalía. ¿Cómo, un hacher?-, ¿cuentas bancarias? ¡Hijo!, ¡Por Dios! ¡Eres de esos…, delincuentes cibernético!, le grité. Cada cosa me producía mayor confusión y no quise seguirle preguntando acerca de la mujer de los mensajes. Le hice jurar me dejara resolver el problema. Señor Fiscal: la humillación de creer que mis 20 años de trabajo en un laboratorio clínico y en el hogar, no eran suficientes para estar con él y que por el contrario una mujer joven, seguramente talentosa, si podía disfrutar lo nuestro me hacía hervir la sangre de ira. Pues no. Mi cabeza dio vueltas desde ese día sobre las soluciones, por eso deseaba sucediera algo para liberarme de él. Pasaron los días y fue hasta el 30 de Octubre en la noche cuando oímos, antes de lo acostumbrado, el tintineo de las campanitas chinas. Salí a su encuentro. Contó de un viaje fuera del país al Congreso Mundial de Psiquiatría en dos días, es decir saldría el primero de noviembre. Se veía inquieto y pálido. Entró al baño y escuché un vómito. Me pidió agua aromática. Yo sospeché que algo se traía en mano. Manifestó ganas de ducharse para después consultar el Internet. Octavio me miró y se fue al estudio. Encendió el computador. Señor fiscal, mi corazón decía que algo grave ocurriría. Carlos regresó en pijama y encontró la página abierta del banco con el saldo disminuido y en su correo había un mensaje a Rosalía donde le decía del viaje en dos días. Agarró a Octavio por el cuello de la camisa, le dio una cachetada, arrancó los cables del equipo, cayó el monitor al suelo y lo destruyó a patadas dispersándose los pedazos por todas partes. Se cagó en los calzones y sudaba; su olor era a huevo podrido; se rascaba el cuerpo. Pensé en un infarto. No dijo nada de la mujer, solo que, -los voy a denunciar a la fiscalía porque son unos ladrones de mierda-, y tú, le respondió Octavio, eres un farsante y traidor. Se empezaron a dar golpes y Carlos le gritó: -¡te voy a matar!-. Señor fiscal, nos habíamos transformado en verdaderos animales rabiosos. Trastrabillando cayó encima de la mesa cerca al ventanal y con voz rara murmulló: -me van a decir, muerto esta mejor-. Octavio dio un portazo y se fue.
-¿Y usted que hizo?
-Aproveché que parecía borracho y le lancé varios golpes, gritándole que se pudriría en el infierno. Trató de defenderse. Le aruñé la cara. Pudo agarrarse de un vidrio y no lo hizo. Con su peso acabó de romperlo.
-¿Porqué no le ayudó, si sabía lo del vidrio flojo de la ventana y que por eso tenían muebles ahí?
-Por que en mi corazón no había lugar para la compasión sino para la venganza. Ahora también pienso que muerto está mejor. Perdóneme, lo que he dicho. Ya no puedo seguir hablando mi corazón está destrozado con lo sucedido.
-¿Qué sabe de su hijo?
-Esa noche no vino a dormir y aún no se dónde está
-¿Y el dinero?
-Se confirmó la transacción a la cuenta de Octavio.
-¿Su hijo, estuvo en la escena de los hechos?
-En parte de ellos.
-Confirme sus datos personales
- Si señor, me llamo Isabela Perea y esa es la dirección de la casa de mi madre.
-¿Ha cumplido con su detención domiciliaria?
-Sí señor.

Ramón Peralta suspira. Han pasado dos horas y no comprende la lectura. Observa los papeles y deja la mirada fija en el rostro transfigurado del doctor Fernández; cualquiera como él, moreno, corpulento, de cuarenta años, con escasa educación estaría confundido con la idea de un delito en la red, un homicidio o suicidio, sin embargo, mantuvo su boca cerrada. Sirvió dos tragos y enseguida dos más que pasaron directo. El abogado ya mostraba cansancio y le dijo:
-Mañana cuatro de marzo es la sentencia y estoy asustado-.
– ¿Porqué?-, preguntó Peralta sorprendido. Había escuchado que los abogados no sentían miedo.
-Por que Rosalía es mi mujer, soy su abogado y sin duda es la culpable-, asintió.

Peralta tragó saliva. Con los ojos vidriosos y la voz quebrada el abogado le siguió contando cómo la veía salir con su falda corta ceñida y los senos a punto de reventar por encima de la blusa y de estúpido creía que lo hacía para él. Le decía sin pena: -y lo que más me duele es que copulábamos como leones, no hacíamos el amor: nos apareábamos; no había momento, sitio y parte del cuerpo inoportuno: todo lo teníamos permitido-. Peralta se sobó los labios con la lengua. El abogado, cerró el paquete de papeles y los guardó en el maletín. Miró a Peralta:
-Tengo que pensar en la defensa o el alegato-.
Se paró, pidió el abrigo y la cuenta-. Peralta fue por la cuenta y le entregó el abrigo. La lluvia caía y la neblina hacía más fría la noche. Sonaron los canutillos de la cortina de guadua en el zaguán que conduce a la salida. Con una palmada en el hombro, lo despidió:

-¡Buena suerte mañana doctor!

Sulma Karina Tabares Ricardo

HUELLAS SIN ALMA


Al llegar el alba, un banco de espesa nieve se aproxima a la orilla, trayendo consigo una inmensa mancha roja que cubría el agua. Se escuchaban voces de lamento, gente gritando por doquier. Todo era confusión. El sol ese día no resplandeció. De repente un inmenso y viejo barco se acercaba. A l llegar, uno a uno de sus ocupantes salían lentamente, con sus ropas y pieles desgarradas, sus huesos se notaban . Mientras caminaban dejaban una profunda huella de sangre, a una voz clamaban justicia, nadie respondía. El cielo comenzó a llorar, a reclamar su esencia, esta se había perdido completamente. La luz dejó de ser luz , la luna cansada de tanta maldad, juro no salir jamás.

Me despertaba lentamente, una suave voz me hablaba . No temas estoy contigo, abrí mis ojos y vi al frente una sucia calavera. Me pregunto ¿dónde estoy?.


Sulma Karina Tabares Ricardo
http://huellassinalma.blogspot.com/

Luis Carlos Galván

Paso 1

Pasó las manos por su cabeza, el desespero es notorio, no es el único, mira a su alrededor y se da cuenta que ese ambiente es general, un embotellamiento de dos horas es una gran prueba a cualquier persona súper tranquila, el compás de las bocinas de los automóviles es un estribillo desazón, el celular repica es el jefe, ignoró la llamada, lo único que quiere es salir de ese agobiante y estresante lugar; aun retumban en sus oídos las palabras de su esposa al despedirse: ¡amor! cuídate mucho, no te estreses recuerda las recomendaciones del medico; pareciera que esto fuera un momento de tentación de la muerte, ¡calma! ¡tranquilidad! es lo único que pide su corazón, acude a la única opción disponible, prender la radio para ausentarse de esa estruendosa realidad y comprender que los placeres mas sencillos son los que mas extrañamos cuando nos faltan


Paso 2

Despertando por los rayos del sol que se cuelan por la persiana, tratando de acomodarme para evitar esa molestia es que aun no descanso del todo, anoche todo fue agitado, la cabeza me duele y me recuerda el exceso de alcohol que ingerí en mi despedida de soltero, pero parece que todos conspiran contra mi, empieza mi mama demostrando su amor como lo hacen todas las mamas: Con la cantaleta; ¡Luis Carlos, levántate! estas a horas de casarte, pórtate como un hombre responsable, vas a tener una familia y ese es el ejemplo que piensas darle a tus nuevos hijos?....


Luis Carlos Galván

Sofia Vargas

Si nada existiera en la censura aquella mujer de apretados y obesos muslos, cuya entrepierna imagino sudorosa y rojiza, jamás hubiera tenido que buscar su nombre en la lista de muertos de un cementerio local.



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Últimamente observe a los clientes del café al que apodamos “le petit” porque queda debajo de la escalera de salida de un enorme centro comercial, es como si fuera un refugio para los desertores de vitrinas y ropa de marca. ¿Quieres saber que vi? (en realidad me pregunto si aun estas leyendo) … siete parcos individuos sorbían líquidos espesos de sus vasos bohemios, los catorce ojos del lugar jugaban a juzgar sin muerto a las mujeres y hombres que bajaban con bolsas “agogo” saliendo de la fabrica de militantes sin causa que estaba arriba de nosotros. Ahí, justo ahí cuando yo pedí el tinto de siempre, ajuste las cuentas e imagine metiendo mis cinco dedos en sus espumosas mentes… fue una idea bastante caníbal y cuando Salí de ahí me reí por toda la avenida con carcajada de comic malévolo.

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Esta noche tengo ganas de un secreto oscuro, turbulento, absurdo, vomitivo… algo que diga que no soy todo lo que pienso. Los asuntos identitarios han llevado a muchas guerras, ni nuestras preferencias advertirían la realidad de quienes somos porque ellas también se aprenden en todas esas instituciones siempre populares tanto como por algún destino de observación deleitante, (yo aprendí a no morderme las uñas cuando vi a una mujer que sacaba ruido de las suyas al chocarlas contra un vaso de vidrio… y entonces quise poder tener la libertad de llegar a desesperar con sutileza)

No es el miedo intenso sino la negación constante lo que vuelve vertiginosos nuestros sueños. Al estar aquí me estoy vengando de todos los extraños con los que nunca converse por miedo a un olvido prematuro o a convertirme en la sátira de un dialogo sin derecho a la defensa.


EDITORIAL 1

Por: Mª Alejandra García Mogollón

En medio de las vicisitudes por las cuales los escritores atravesamos para ver culminado en papel la obra ya terminada y la satisfacción de ese reflejo atravesando muchas manos. Se encuentran a su vez las labores arduas de los talleres literarios, con el firme propósito de facilitar espacios de encuentros con la palabra; y como es ella el motor de todas las reuniones, las historias y desencuentros con esos miedos que cada día nos hacen mejores artistas.

Cada uno de los textos seleccionados para esta nuevo medio de difusión de la Corporación Universitaria del Caribe CECAR, han sido trabajados tanto el los talleres de CECAR y de RENATA. Con los talleres que se realizan y las publicaciones tanto virtuales como impresas se pretende que los talleristas encuentren un eco de su arte y su constante búsqueda de esa voz que los identifica y los hace únicos en el medio literario, compartiendo con otros el encuentro con esas voces, palabras, imágenes y diversos colores con los se llena la cotidianidad y hacen en realidad más significativas las historias que abordamos.

Esta es un nuevo reflejo de las voces y nuevas promesas de las letras de Sucre, quienes reciben contantes talleres de escritura creativa por parte de la Red Nacional de Talleres Literarios RENATA, del área de Literatura del Ministerio de Cultura, haciendo con ello una constante veeduría de su proceso y sus resultados.

Están totalmente invitados a compartir de las expresiones de artistas comprometidos con su escritura y rescritura del tejido que los hace únicos.

FORMULARIO DE CONTACTO

Si quieres ponerte en contacto con la FUNDACIÓN CULTURAL EL LABERINTO, rellena el siguiente formulario. Te contestaremos lo antes posible.


Carlos Pardo

MESIANICO


Descanso mi pie derecho
sobre la fugaz calma.
Del inquieto amanecer
que muy pronto se va borrando
con el rictus mordaz de mis pensamientos,

En medio de la aparente calma
y la indeleble tarde,
la maliciosa nostalgia
se burla de la valentía
que consumo al inicio del alba.

Cada día de este agosto
donde la brisa ha desordenado mi silencio,
me consuelo en la ancha noche
que sigilosa espía cada uno de tus recuerdos.

Ya se ha manchado
todo el cielo con tu reflejo.

La madre tierra lamenta tu nombre
con el susurro de las mareas.

Al llegar el momento del incólume alba,
mis costillas van extrañando
tu diáfana silueta de sombra fugada.

Grita,
grita,
que mis oídos han olvidado tu frecuencia.
¿Quieres que te reprima de todo el olvido?
no hay mas remedio pues,
vestir de ausencia tu existencia
y regalarme
sin alguna promesa
toda tu soberanía,

Tu conciencia invasora
sigue derramándose por todo este universo,
por que no existe un pedazo de tierra
que no hayas pisado con tu destino.

¿Y por que no estas donde puedas liberarte?
donde ejerzas el poder mesiánico
que te hace inocente de toda mi gracia.



NACIMIENTO

Escojo los dias sin lluvia, sin ríos, sin viento, sin abril,
salir de la sombría guarida que vigila penosamente,
me arrastro sigiloso hasta ese lugar de mi memoria
donde la gente pasa sin el menor cuidado,
ausentes, sin miedo, cobardes y de prisa,
consumidos por el transe vanguardista que los atrapa y los transforma.

no camino solo,
alguien se ha posado en mi regazo
reposa sobre mi espalda.
Cuando el sol ha curtido mis pasos
las huellas se van marchando,
me acompañan, sus ojos, su rastro,
la forma de su voz
y el rostro de ese pasado
que parece atormentarlo,
consolarlo, lastimarlo y añorarlo.

En las noches le permito dormir
en un rincón cerca al mío.
Mientras el reposa, sueña, se desdobla,
vuela y se aleja del bullicio de la ciudad desconocida,
lavo de mi rostro todas las heridas
que han dejado los años de lucha
contra la bendita infamia y la lastimera mentira.

Todo se borra de mi cabeza,
levitando ante mi vigilia,
no logro reconocerlo, ni sus manos,
ni sus pies, ni la memoria, ni sus palabras;
los ojos se han nublado subitamente
como en un eterno deja vu,
me veo en la misma guarida
que vigila penosamente,
detenido en el tiempo,
mirando mi reflejo.



TU

Y sigo pensando que mis pasos recorridos

no van a ser el motivo

para darle a mi memoria

la tan anhelada gloria

de olvidar que ya no estas.

MIEMBROS DE LA REVISTA


Directora:
María Alejandra García Mogollón

Comité Asesor:
Antonio Mora
Reda Mehafdi (Túnez)

Leonardo Ortega

Comité editorial y corrección de estilo :
María Alejandra García Mogollón
Antonio Mora
Leonardo Ortega

Gustavo Ortiz

Diseño, publicación y actualizaciones:
María Alejandra García Mogollón

lunes, 18 de mayo de 2009

Mª Alejandra García Mogollón

EXTRAÑA

Volteas. Qué ves?
tu alma caminando en un recuadro de bruma
o tiernas pieles tendidas en medio de los huesos.
Volteas añadiendo más dudas al perfecto final
ideado para facilitar la digestión de tu propia sangre.
Te ves apoyada en túneles con enormes manos
sabiendo usurpar las baldosas de la tempestad
quebrantándote sin desboronar tu guarida.
Loba cardenal bañada con palabras alquiladas
mutilada con recuerdos
y arrojada por montículos de tristeza.
En blanco esta el recuerdo y el reflejo delante de si
con una niña más aplaudiendo furtivamente
en aras de aplastar la sombra enemiga.
Pacta con tu cielo y aborda más de 114 palabras al viento.
Recupera tu sombra anidada en la soledad.


ANHELO


Levemente mezo la cortina,
a la espera de un rostro amable
que pueda vislumbrar
más allá de la ventana,
naufragios persistentes en el alma
brindando un instante de calor
a este solitario lecho moribundo.


AL FINAL DEL CREPUSCULO



Al instante del desenfreno,
observo tus pupilas,
aún más que en el alba
y solo las veo reposar
como al final del crepúsculo,
hasta que depositas
tus preciosas gemas vertiginosas
dentro de mí sagrado aposento
de tu heredad..

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